
Puro Cuento> Estaba la rana sentada cantando a Discépolo.
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por: Ángela Arboleda [17/11/08]Estaba la rana sentada cantando debajo del agua. Claro que eso a nadie
molestaba como molesta, según la actividad que yo esté realizando, el día,
la hora o estado de mi humor, el vendedor de discos piratas de música
chichera de la esquina. Porque a veces, no voy a negarlo, entretiene. La
rana que estaba cantando debajo del agua no molestaba porque no podía ser
escuchada más que por los pocos seres que pueden vivir en las
profundidades de un pequeña lagunilla verduzca.
Sin embargo llegó a aquella laguna una Princesa Vietnamita de Oído
Absoluto Fino (Oído absoluto dicen que tiene Fito Páez ¿o es Charly
García?... bueno, uno de esos argentinos músicos idolatrados por varias
generaciones y que tuve que escuchar casi a diario durante mi paso por la
bien pagada, bien ponderada, pero para mí poco satisfactoria
ontológicamente hablando, carrera publicitaria. Era a lo más profundo que
algunos de mis compañeros llegaban en sus lagunillas variopintas pero
siempre occidentalísimas de cultura musical. Conste que digo algunos. No
vayan a resentirse los pocos que lean este texto. Conste que digo pocos,
porque la mayoría no lee literatura, peor local. Muchos. Conste que digo
muchos, porque algunos ni siquiera eso, se emboban se fascinan mirando
revistas de diseño, preciosas por cierto. Yo también las disfruto pero no
me parecen más interesantes, más imperecederas, más vigentes que Clarice
Lispector o el tango Cambalache de letra y música de otro argentino, pero
éste al contrario desconocido por varias generaciones, porque la letra la
saben todos, pero no de quién es: Enrique Santos Discépolo), y la Princesa
reconoció las notas de Cambalache bajo el agua en una versión muy clásica
y respetuosa de la original. Versión que le fascinó por la calidad
interpretativa de la voz. A ella las adaptaciones o modernizaciones en los
arreglos le resultaban fastidiosas, poco inteligentes y sobre todo
innecesarias. Si algo está bien hecho para qué cambiarlo. ¡Que los nuevos
compositores hagan algo propio. Que no se aprovechen del logro ajeno!
Ponía ella en un blog especializado en asuntos musicales donde participaba
como buena melómana de oído absoluto fino que era.
La rana que cantaba debajo del agua completamente ajena a las insufladas
reflexiones de la Princesa Vietnamita de Oído Absoluto (un oído absoluto,
según cuenta una pianista en el blog aquel, la hace capaz de saber qué
nota tocan en un concierto cada instrumento, por separado. Dice que eso
está bien para analizar, pero que no es tan divertido cuando no quiere
analizar, sino disfrutar. Dice que su oído absoluto no es algo que se
puede apagar. Lo que más me gustó leer sobre esta pianista bloggera fue
que puede otorgar afinación a ruidos, motos acelerando, al sonido que hace
la energía eléctrica… ), se sentía algo angustiada pues al ir muy
afinadamente cantando, reafirmaba su criterio de que del siglo XX al XXI
nada ha cambiado. Había empeorado. Y así, mientras le imprimía más
dramatismo a su interpretación sintió que era extraída suave pero
decididamente de su asiento acuático. Las gotas resbalaban por su piel
fosforescente y por sus ojazos claros de un raro fulgor (¿de qué me suena
esto?). Se vio de pronto acomodada sobre la tersísima mano de una princesa
de ojos rasgados que la acercaba a sus labios para darle un beso. ¡Epa!
¡Epa! (acá, si esto fuera película animada o serie cómica de canal gringo
transmitido por cable debería oírse el SFX –sound effect- de un frenazo)
¡Epa! ¡Que soy rana no sapo! Y esto no es un cuento. No me voy a convertir
en príncipe, me siento igual halagada por el intento, pero no puedo
mentir. Soy una rana y aunque he protagonizado una que otra historia nunca
me han otorgado el protagónico de guapo hijo de rey transfigurado en
batracio por una terrible bruja.
La princesa vietnamita entonces la sentó a su lado y entabló conversación
respecto al tango aquel que la rana cantaba debajo del agua y juntas
descubrieron afinidades en cuanto a gusto musical. Su total desagrado por
los sapos, SAYCE (Sociedad de Autores y Compositores) y otras
instituciones también afines entre sí. Demostraron su extenso conocimiento
de historias tradicionales así como de literatura contemporánea, cocina
gourmet y viajes a lugares que nunca nadie quiere ir.
La rana que no la había pasado tan mal todos estos años cantando debajo
del agua, supo que la princesa vietnamita tenía oído absoluto fino y no
pudo resistirlo más. Confesó que una bruja malvada enloquecida de envidia
por su hermosa voz la había hechizado y que sólo un beso de amor la
devolvería a su forma original. ¿Príncipe?, preguntó la vietnamita. No,
dijo la rana: princesa alemana tipo cuento de los Hermanos Grimm.
Eso bastó. El beso no se hizo esperar más.
En el blog siguen comentando sobre música y además se inscribieron en
otros. Uno sobre los derechos de los GLBT (Gays, Lesbianas, Bisexuales y
Transexuales), soulfortitude.blogspot.com. Hicieron un comentario sobre un
artículo acerca de viajes para GLBT en
fernandoolmeda.blogspot.com/2008/02/turismo-gltb.html. Están por abrir uno
sobre uniones interraciales y por las noches ingresan en Internet a un
sitio buenísimo de vídeos atrevidos de lesbianas calientes. Ese enlace,
búsquenlo ustedes mismos. El Internet brinda acceso a todos.
Para los que se pregunten en qué idioma hablaban la rana y la princesa si
una era alemana y la otra vietnamita: ¡en inglés, pues!
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